- ¿Y bien?
- Ufff… ¡Qué vergüenza!
- ¡Sí, que lo he pasado muy mal! ¡Dios, pensaba que todo
el mundo se daría cuenta!
- Pero aún así lo hiciste…
- Sí…
- ¿Por qué?
- Porque soy tu puta…
- No te oigo…
- Es que estoy en la calle…
- ¿Y a mí qué?
- Porque soy tu puta.
- Eso es puta… Cualquiera que te escuchara pensaría que
no fuiste tú quien me suplicó serlo.
- Emmm, bueno…
- Y dime, ¿lo disfrutaste?
- Sí, pero…
- ¿Pero?
- ¡Pensé que me moría de vergüenza! Dios… ¡seguro que
alguno se dio cuenta!
- ¿Bueno, y? Así tendrán material para pajearse en sus
casas.
- Ummm…
- ¿Te pone, verdad?
- No…
- Ya, claro. Por eso lo hiciste.
- ¡Lo hice porque me lo ordenaste!
- Y no lo disfrutaste, claro.
- No…
- Nada de nada, ¿verdad?
- ¡No!
- Ya, y yo me lo creo.
- Eres un cabrón…
- Ya lo sé, por eso quieres ser mi puta.
- Sí…
- ¿Ves? Seguro que incluso ahora sigues con el coño
empapado…
- Buenooo… jeje.
- Que puta que eres…
- Sí, tu puta…
- ¡Dilo alto, hostia!
- ¡Soy tu puta…!
- Bien, putilla, pues cuéntamelo todo paso por paso.
- Pues… hice lo que me dijiste. Me puse la falda que
tanto te gusta, y la camisa amarilla, con los tres botones desabrochados.
Estaba muy nerviosa cuando entré en clase… y también… excitada.
- Sigue…
- Justo antes de entrar, fui al baño, y me quité el
culot… Lo hice una bola, y me lo metí en la boca. Me pellizqué los pezones como
me dijiste para que se marcaran bien, pero la verdad, no creo que hubiera hecho
falta. ¡estaban super duros!
- Joder, y tienes el valor de decirme que no lo deseabas…
- No…
- ¿Ya tenías
mojadas las bragas?
- Un poco...
- ¿Un poco solo?
- Bueno, bastante…
- O sea que saboreaste tus jugos…
- Sí…
- ¿Y Te gustó paladear el sabor de una puta?
- Sabes que sí…
- Sigue anda.
- Pues jeje… cogí el huevito que me regalaste, y me lo
metí en el coño. Estaba muy mojada, y tenía miedo de que se me cayera. Como
pude, salí del baño, sintiendo como se movía… Tenía que contraer mucho el coño
para evitar que se deslizara, y tan pronto como pude, me senté en mi sitio,
rezando para que me dejasen tranquila.
- ¿Y qué más?
- Nada, como te dije, me senté en la primera fila, y
coloqué mis cosas. Puse el bolso a mi derecha en el asiento para que nadie me
viera, y me subí la falda y me senté sobre el propio asiento como me pediste.
Metí el mando en el cajón de mi mesa para tenerlo a mano, y le metí la primera
velocidad. No podía con los nervios… las piernas me temblaban, ¡y estaba cachondísima!
- Ummm, me habría encantado verte…
- Ya imagino, maldito…
- Continúa.
- A y diez llegó Manuel, el profesor de anatomía, y todos
los compañeros se sentaron. Gracias a Dios Vero sigue con la gripe y no vino.
Detrás de mi se puso Cris, y creo que notó que me pasaba algo. Me tocó la
espalda, y me preguntó si estaba bien. Como no podía hablar por el culot,
simplemente asentí, pidiéndole con un gesto que se callara porque iba a empezar
la clase. Ella se sorprendió mucho, porque nadie atiende a Manuel, pero por
suerte me dejó tranquila y se puso a hablar con Carla. Al poco rato empezó la
clase, y como me dijiste, subí otro punto la velocidad. ¡Gracias a Dios que con
tanto barullo no se escuchaba, sino creo que me habría muerto de vergüenza!
- Espera puta… dame un segundo, que me llaman por la otra
línea.
- Vale.
- Ya estoy. Bien,
continúa.
- Pues eso, le aumenté la velocidad, y sentí como mi coño
empezaba a chorrear. No quería que oliese, así que cerré fuerte las piernas,
pero claro, eso era peor. Las abrí sin darme cuenta, pero al momento volví a
cerrarlas. ¡No sabía que hacer! Estaba sudando, y pensé que no podría aguantar
los cincuenta minutos.
- Por tu bien
espero que sí…
- Bueno… los quince primeros minutos no fueron fáciles,
pero los pude soportar bien. El ritmo aún era suave, y no tenía demasiados
problemas. Estaba excitada, pero más que por la vibración, por la situación. Me
imaginaba tu cara, viéndome pasarlo mal, y me ponía super cachonda. De vez en
cuando miraba el reloj, entre temerosa por todo lo que aún me quedaba, y
deseosa por sentirlo. Cuando pasaron esos quince minutos, al cuarto de hora de
haber empezado la clase, volví a subir otra velocidad, y al poco empecé a sudar
más… ¿Sabes? Me sentía super puta, tu puta. Empecé a fantasear con que me
descubrían, pero ya no me importaba. De verdad que te habría gustado verme…
- No lo dudo puta… ¿Y con qué fantaseabas?
- Pues me imaginaba como el profesor me echaba la bronca,
y decidía castigarme delante de todo el mundo. Me arrancaba la falda, me ponía
inclinada sobre la mesa y comenzaba a darme azotes… Poco a poco los demás
chicos se acercarían y harían comentarios sobre lo puta que soy, y empezarían a
tocarme las tetas, a tirarme del pelo, a meterme dedos en mi coñito… Y mientras
tú allí, observándolo todo… ¡Ufff… estaba muy caliente!
- ¿Y tu culito?
- No, mi culito solo te pertenece a ti, ni el cornudo puede
usarlo…
- Muy bien puta, veo que te tienes bien aprendida la
lección.
- Sí… jeje.
- ¿Y qué más hiciste?
- Pues Nada. Manuel se paseaba por toda la clase, y por
suerte Cris y Carla estaban completamente a lo suyo, así que bueno, hasta ese
momento lo estaba disfrutando muchísimo. Cuando llevábamos ya media hora de
clase, le metí ya la cuarta marcha, y fue a partir de entonces cuando empecé a
tener verdaderos problemas.
- Me estás poniendo muy cachondo…
- ¿Te excita?
- ¿Verte como una puta? Siempre. si hiciste todo lo que
te ordené, tendré que pensar como recompensarte…
- Gracias, lo hice porque sé que te gusta verme así…
jeje.
- Espera un segundo, voy a cerrar la puerta. Bien, sigue.
Imagínate lo que estoy haciendo ahora…
- ¿Qué?
- Imagínatelo…
- Dímelo...
- ¿Cómo has dicho?
- Nada, perdón…
- Ah, pensaba… No lo estropees puta. Continúa.
- Ummm… Pues eso, le subí la cuarta velocidad, y al poco
rato empecé a temblar. Abrí sin querer las piernas, pero el olor a puta me
llegó al instante y tuve que volver a cerrarlas. Comencé a jadear suavemente,
intentando controlarme. Cerré los ojos, pero te imaginaba follándome, así que
por primera vez en todo el curso traté de prestar atención. Estaba hablando de
la zona lumbar de la columna, y me fue imposible continuar escuchándolo. Mis
caderas parecían tener vida propia y casi sin darme cuenta, empecé a frotarme
contra el asiento. Estaba cachondísima y necesitaba correrme…
- Pero no lo harías, ¿verdad?
- No…
- Así me gusta. Me estás calentando mucho putita… ¿Eso te
gusta, a que sí?
- Me encanta...
- Bien, sigue.
- Pues eso, no podía escuchar al profesor, porque cada
vez que mis caderas se movían, sentía… como una corriente recorriéndome toda la
espalda. Eran como latigazos de placer muy intensos, que me recorrían toda la
columna. Y a pesar de saber que si alguien me miraba podía darse cuenta de lo
que me pasaba, no era capaz de parar.
- ¿A pesar? Si estoy seguro de que eso te hubiese puesto
aún más cachonda…
- Sí… jeje. Pero no me atreví a mirar…
- ¿Y si te vieron?
- ¡Espero que no!
- Pues fácil, yo te lo digo. Esta noche se harían pajas
pensando en ti…
- Ummm…
- Y pensarían… Que puta que es Sandrita...
- Sí...
- Como me gustaría follármela… Viendo lo que hace seguro
que se deja…
- Solo si tú me lo ordenas…
- No está hecha la miel para los labios del cerdo… ¿pero
quien sabe?
- Joder…
- ¿Cachonda otra vez?
- ¡Ni te lo imaginas!
- Continúa anda.
- Sentía las mejillas ardiendo, y el sudor me caía por la
frente. Así que para intentar que no fuera tan evidente lo que me pasaba, me
eché el pelo sobre la cara. Pensé que quizás eso diera una imagen aún mayor de
puta, pero al menos ocultaría algo mi expresión. Los minutos parecían no pasar…
36, 37, 38… y cada vez me resultaba más difícil controlarme. En esos momentos
ya no sabía si tenía miedo por lo que me quedaba, o deseaba que llegase de una
vez. Finalmente, cuando ya habían pasado cuarenta y cinco minutos de clase,
asustada, no te lo voy a negar, le metí la quinta marcha.
- ¿Y?
- ¡Fueron los peores cinco minutos de mi vida!
- Jajajajajaja.
- ¡No, en serio! Creo que si la cosa hubiera durado más,
¡habría sido yo quien cogiera al primero que pillara y me lo hubiese follado
delante de todos!
- Ummm… Tomo nota, eso me gusta…
- Cabrón…
- Sí… creo que eso ya lo has dicho alguna vez…
- Te odio…
- Lástima que también sepa ponerte más cachonda que
nadie…
- Te odio…
- Venga, cállate y continúa.
- Lo que te decía… fueron los peores cinco minutos de mi
vida. Sentía las vibraciones del condenado huevo hasta en los dientes, ¡y el
único consuelo que tenía es que con tanto barullo, no se escuchaba el ruido que
metía!
- Lástima…
- Cabrón…
- Jaja…
- Las sensaciones eran intensísimas. Casi una hora con el
huevito metido, vibrando en mi interior… ufff… No era capaz de aguantar,
necesitaba correrme… pero después de lo que llevaba aguantado no estaba
dispuesta a fracasar. Me clavé las uñas en las palmas, pero ni aún así
conseguía olvidarme del placer. Mis caderas seguían moviéndose como si tuvieran
voluntad propia, y el charco que estaba dejando mi coño en el asiento debía ser
de escándalo. Sentía húmedos mis muslos, mi culo…
- Delicioso…
- Poco a poco iban pasando los segundos, y mi desesperación
aumentaba a cada instante. Manuel ya había dejado de explicar y estaba
diciéndonos las cosas que tendríamos que preparar para el próximo día. El
barullo descendió por unos instantes, ¡y sentí que todo mi cuerpo debía estar
enrojecido de vergüenza! El profesor pareció sorprenderse un instante, y creo
que debió darse cuenta del ruido mientras recogía sus cosas, pues miró
confundido hacia la zona donde yo estaba, como preguntándose que debía estar
sonando. Pero al instante mis compañeros empezaron a levantarse, y el estruendo
de mi coño quedó apagado por los arrastrares de sillas.
- Bien putita… el momento clave. ¿Y qué hiciste?
- Lo que me ordenaste. Busqué la mirada del profesor, y
me dejé llevar. Un gemido se escapó de entre mis labios, y estoy segura que
debí de mirarlo con una cara de perra en celo, porque enrojeció violentamente,
y automáticamente se cubrió la cintura con su maletín y salió precipitadamente
del aula. El orgasmo fue devastador. Todo mi cuerpo parecía liberar la tensión
acumulada durante la clase, y sentí como me estremecía en oleadas de placer
desde la raíz del pelo hasta la punta de los dedos de los pies. Me sentía más
puta que nunca, y creo que debí estar corriéndome durante un minuto entero. Al
terminar, apagué el vibrador, e intenté levantarme, pero las piernas no me
sostenían. Cris se puso a mi lado y me dijo que estaba muy rara. Al inclinarse
sobre mí para tocarme la frente, hizo una mueca con la nariz, imagino que olió
el aroma de mis jugos, y me miró con una expresión de asombro como nunca antes
le había visto.
- Jajajaja, con lo mojigata que es… ya me la imagino.
- Sí… pues como no podía responderle, me levanté
precipitadamente, cogí mi bolso y me fui corriendo al baño. Solo después me
acordé de que debí de dejar el asiento completamente empapado… pero no me
atreví a volver. Me puse otra vez el culot, salí de la facultad, y te llamé…
¡No creo que pueda volver a mirar a la cara ni a Cris ni al profesor, seguro
que se dieron cuenta!
- Bueno, míralo por el lado positivo, tendrás más
oportunidades de sacar una buena nota…
- Calla, que vergüenza por dios…
- Bueno puta, me has puesto muy cachondo y me ha
encantado que obedecieras en todo lo que te pedí. Ahora tengo que seguir
trabajando, pero ya pensaré como recompensarte.
- Me lo merezco, ¿eh?
- Sí… Pero recuerda, nada de volver a tocarte ni a follar
con el cornudo hasta que yo te lo permita.
- Ufff… es que sigo muy caliente…
- Ya sabes que conmigo esa voz de niña buena no funciona…
- ¿Y me vas a dejar así?
- Sí…
- Con lo que ahora me encantaría sentirte dentro… como me
abres entera…
- Pues te tocará esperar… esta noche he quedado… Así que
procura relajarte… jajaja.
- Cabrón…
-
Sí, ya me lo has
dicho… pero te encanta.
- Sí…
- Venga puta, ya te llamaré.
- Adiós amo…
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